Penitencia (y 11)

Por Juan Milano

Capítulo XI

Tsedo

La vista ante el Tribunal por los cargos de sabotaje a propiedad imperial, insumisión, fuga con premeditación y sobrepasar deliberadamente los límites territoriales del Imperio fue breve.

La hermana Dolores Puente asumió desde el principio toda la responsabilidad. Le echó arrestos y confesó habernos obligado a hacernos cargo de la llamada de socorro del navío de recreo Luz tropical. Aportó la grabación que recibimos y los posicionamientos que la nave calculó a instancias de Mina como pruebas de la idoneidad de sus decisiones. Esgrimió la obligación al socorro en tránsito y la más elemental ética propia de personas creyentes y de bien.

Toda la historia sobre la estación wei y nuestro encuentro con aquel despiadado asesino, así como toda mención a los Choi-Kimaniy sus terribles muertes, fueron omitidas en los registros oficiales del juicio. No hay, no hubo y no habrá vida más allá de los límites del Imperio en ningún documento oficial.

Sí se mencionaban pasajes o episodios fantasiosos insostenibles e incongruentes en las declaraciones de los acusados; posiblemente a causa del consumo de estupefacientes y destilados espirituosos pese a que ninguno de nosotros fuera sometido a análisis, de sangre o de cualquier otro tipo, ni se hubieran encontrado dichas sustancias en la nave penitenciaria donde nos apresaron.

Conocimos, por parte de los diferentes superiores de la mater, la ristra de insubordinaciones, conflictos, discusiones y conatos de rebelión que hicieron de la buena Dolores un sujeto indeseable para la Iglesia de los Tres y, por lo tanto, una idónea candidata para acompañar a nuestro grupo de reos a los confines del espacio conocido.

Cualquier interés por parte del Tribunal en acercarse a la verdad de los hechos, si lo hubo en un inicio, quedó rápidamente sepultado por el miedo a cualquier iniciativa individual, a cualquier acto de pensamiento, por parte de aquel grupo de condenados. Todas nuestra penas se doblaron. Pese a la declaración auto-inculpatoria de la religiosa no fue encontrada culpable de ningún cargo. El escándalo de un miembro de la Iglesia delinquiendo hubiera sido indeseable para el régimen y, por lo tanto, una posibilidad imposible a ojos del Tribunal. La mater, pues, solo tuvo que soportar alguna reprimenda a puerta cerrada en algún recóndito monasterio.

Los casi cien ciclos que tuvimos que esperar hasta que nos asignaran una nueva nave penitenciaria los pasamos en una prisión imperial anclada en una fría luna de Sotor 3. Dolores solicitó acompañarnos. Quizá por sentirse responsable, quizá como un acto más de rebeldía o quizá porque, después de todo, fuera buena persona y quería seguir cuidando de nosotros. No le pusieron objeción alguna pese a que iba a contra de todas las ordenanzas de aquella institución penal albergar entre los reclusos a personas que no habían sido condenadas por un Tribunal Imperial. Imagino que toda Ley u Ordenanza tiene sus excepciones si los políticos lo estiman oportuno. Esa es nuestra Ley, al menos. La Ley del Imperio. El caso es que cumplió con todos los cometidos de cualquier reo bajo los rigores de una condena al uso.

Tras el paso por Sotor 3 iniciamos una nueva campaña como chatarreros. Si el Imperio no tuviera criminales sería devorado por la mierda. Esa es la verdad.

Tras los primeros cálculos dedujimos que podríamos cumplir la pena, mesurada en toneladas de residuos flotantes, en poco más de seis ciclos solares completos. En el vehículo no había holo-vídeo ni juegos de mesa. Seguramente contaban con que acabásemos los unos con los otros en episodios psicóticos nacidos del tedio. Sin embargo no hubo tensión alguna o desavenencia entre nosotros.

Supongo que nuestro paso por la pesadilla de la estación wei nos había convertido en algo parecido a amigos.

Epílogo

La pantalla muestra una estación-guardería. Se trata de unas de las instalaciones destinadas a criar y educar a la mayoría de los descendientes de las familias tributarias desde que se decretó que las familias no exentas no podían hacerse cargo de la formación de sus hijos e hijas.

La imagen es muda. Pareciera estática de no ser el parpadeo de las luces en el área de aterrizaje y las ventanas que dejan salir algo de luz de algunas estancias. Hay que prestar atención para ver crecer el punto diminuto que delata la llegada de un navío de recreo. Está mal cuidado y pareciera que ha recibido diversos impactos. Posiblemente haya habido algún defecto en el software de guía y haya chocado con algún objeto en su viaje.

La estación garantiza el permiso de aterrizaje. Eso figura en la caja negra. Un personaje extraño, aparentemente disfrazado, sale del vehículo. Tras unos 687 microciclos terrestres, el individuo vuelve a dirigirse al pequeño espacio-puerto. Arrastra a una atemorizada docente enfundada en un traje de trabajo exterior que no es de su talla. El individuo, de tez olivácea, cráneo oblongo y extremidades desproporcionadas, carga a su rehén, no puede tratarse de otra cosa por el rostro aterrorizado de la maestra, en un nuevo vehículo. se trata de un trasporte de media distancia utilizado como enlace entre la estación-guardería y el planeta Ko al que da cobertura.

Dos microciclos más tarde, la nave de enlace despega dirigiéndose al plantea anteriormente mencionado.

Siete microciclos después la estación-guardería se desintegra en la pantalla. Todo apunta a cargas explosivas colocadas estratégicamente en las instalaciones. No hay datos oficiales pero organismos no imperiales apuntan a un censo de más de mil ochocientos menores y novecientos adultos entre docentes, cuadrillas de mantenimiento y servicios médicos.

Nadie que contemplara aquellas imágenes lo sabía entonces. Pero la guerra comenzó en ese preciso momento, con el asesinato masivo de miles de inocentes desprevenidos. Un ejercicio frío y desalmado de quien terminaría sentándose en el trono imperial. No recordaba su nombre. Adoptaría aquel por el que se conocía en los Antiguos Textos a los de su especie: Csu.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *