Penitencia (2)

– una opereta espacial por Juan Milano

CAPÍTULO II

La estación Wei

La información sobre las civilizaciones periféricas es, a día de hoy, escasa. Pese a su denominación, el imperio no ansiaba expandirse. Los cuatro Dominios ya eran bastante difíciles de gobernar por sí mismos. Quizá por ello la Iglesia de los Siete Espíritus prohibía pasar más tres ciclos fuera de sus fronteras sin una dispensa oficial. Para evitar la contaminación del alma, decían los curas.

Sobre los Wei, humanoides de piel blanquísima y protuberancias óseas en frente y homoplatos, desprovistos de iris, seguramente sin sentido del olfato al carecer de fosas nasales, se sabía que se habían extinguido merced a una confrontación bélica. No había más. La información sobre su aspecto había llegado por hologramas, estatuillas y otras representaciones que los exploradores habían encontrado en alguna estación espacial cercana a las fronteras del imperio. Concretamente en los límites del Dominio Tres, donde se encontraban ahora los tres reos y la sacerdotisa.

Vista ahora desde la nave penitenciaria, se adivinaba una base cónica invertida que sustentaba edificios y dependencias arracimadas alrededor de una espiga central que subía por más de trescientos once kilómetros. La base tendría un radio de más de dos mil kilómetros. Luces, fijas y parpadeantes, conferían la sensación de actividad y vida, si bien los aparatos de la nave desmentían cualquier presencia orgánica en la estación. Claro que el instrumental de la nave penitenciaria dejaba mucho que desear. Ya hace tres o cuatro centurias no era precisamente material de vanguardia.

La estación presentaba tres espacio-puertos aparentemente funcionales. La atmósfera artificial los habría mantenido a salvo de meteoritos, chatarra espacial y otras concocurrencias. Dos de las pistas presentaban balizas de maniobra funcionales. En los hangares descubiertos se adivinaban pintorescas aeronaves de diferentes formas y tamaños, claramente ajenas a los estándares imperiales. Se adivinaban transportes, cargueros y, junto a una de las pistas, pequeñas naves pertrechadas con cañones y lanzatorpedos. Los Wei sabían bien qué era la guerra.

La Luz tropical podía verse ahora también, diminuta. La IA de la nave penitenciaria detectaba el haz gravitacional que la ataba en una órbita constante alrededor de la estación. La computadora de abordo detectaba seis formas de vida, coincidiendo con la información del mensaje. La distancia permitía recoger una lectura con menos de seis ciclos de antigüedad así que aún había esperanza de encontrarlos sanos y salvos.

En un tercio de ciclo podían llegar a ella. Sin embargo el abordaje no era posible a causa del rayo y, de momento, los mensajes a la estación identificando a los reos y la naturaleza de sus intenciones no había recibido respuesta. Claro que nadie sabía si los protocolos de comunicación, o siquiera la lengua estándar imperial, eran comprensibles para las antiquísimas computadoras Wei. Eso en el caso de que estuvieran completamente operativas.

La sonda previa que habían enviado para analizar la superficie de la estación y conocer las condiciones atmosféricas, climáticas y ambientales mandaría los resultados en unos pocos minutos. También les permitiría conocer la reacción de los automatismos de la estación ante un cuerpo desconocido proveniente del exterior. Los cuatro tripulantes de la nave penitenciaria estaban en silencio, arremolinados alrededor de la consola de comunicaciones. El aroma amargo de la infusión y el olor acre de sudor se mezclaban y anegaban aquella estancia ideada para un máximo de dos usuarios contribuyendo al malestar del grupo. El pitido informando del ingreso atmosférico de la sonda sobresaltó a todos aunque a Dodzi no lo hiciera aparente. La información empezaba a aparecer en las pantallas. Aire irrespirable. Niveles de argón, oxígeno y nitrógeno bajos. Análisis patógenos ambientales, incompleto (estimación tiempo de análisis necesarios once ciclos completos). Análisis decibelios, resultado extremo. Detección de movimiento y concentración energética súbita. La sonda acusa impacto. Transmisión interrumpida sin señal de cambio o fin. La última entrada en pantalla era una serie ininteligible de números y símbolos ortográficos inconexos.

Nadie dijo nada durante unos segundos.

“Los Wei estuvieron en guerra durante siglos. No sabemos con quién. No podemos descartar una guerra civil o algo parecido. Tampoco una invasión”, Dolores hablaba con la mirada perdida, como haciendo memoria. “Seguramente se trate de algún mecanismo de defensa automatizado. Seguramente por eso detuvieron a la Luz tropical, imagino”.

“Mina, ¿crees que puedes entrar en la IA de la estación”, preguntó Tsedo

“¿Estás de la cabeza, Go?, ¿no acabas de ver lo que ha pasado?. Esa estación es una puta jodida trampa suspendida en el puto jodido espacio lejos de la puta jodida civilización. ¡Debemos largarnos de aquí!”, crispaba los dedos de ambas manos, “Que les den a esos putos niñatos pijos y su puta nave de recreo de lujo”.

“¿Abandonar a esa pobre gente ahora que estamos tan cerca?”. El tono de Tsedo denotaba miedo y pena. Buscaba una genuina orientación por parte del resto pues no había aplomo.

Intercambiaron miradas de nuevo. Nadie parecía atreverse a hablar. Tsedo y Dolores estaban sentados. Tras sus asientos Dodzi, callado y meditabundo, y Mina. Se apoyba alternativamente en un talón y otro en un baile nervioso. El ExterCom se activó para reproducir una voz aguda y chirriante que escupía unas palabras incomprensibles. Hasta tres veces la misma secuencia, exacta. Una grabación. Luego el silencio de nuevo.

Tsedo pudo sentir un latigazo frío y poderoso en el pecho que le obligó a doblarse sobre las pantorrillas. La reacción le hizo empujar el asiento alejándose del puesto de trabajo para evitar golpearse la frente con el panel de control. Esto cogió desprevenido a Dodzi. El gigante cayó de espaldas golpeándose la cabeza con la pared.

Dolores y Mina saltaron para auxiliar a sus compañeros pero quedaron petrificadas en el acto. El ExterCom crepitó de nuevo.

“Díscul-culpas. Repito. Disculpas me. Nos error y bien bienvenittos. Mis disculpen. Pista Kirbra Talagh abierta, liberada y perti Net tie. Úsable y útil. Tes Respito tus: Pista Kirbra Talagh abierta, liberada y perti Net Tie. Úsable y útil”.

La voz era ahora cálida y nerviosa. Podía adivinarse que su interlocutor luchaba por encontrar las palabras que le permitieran comunicarse. Un nuevo mensaje activó un holograma. Los garabatos multicolor que chorreaban por el espacio virtual de la comunicación eran del todo incomprensibles para los tripulantes. Pero la imagen central era claramente reconocible: pareciera señalar un punto específico de la estación Wei, una pista de aterrizaje cuyas balizas de guía parpadeaban vivamente, claramente distinguibles desde su posición mirando por ojo de buey al exterior.

[continuará…]

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