Dicen estar emparentados con elfos del bosque y tener una sensibilidad poco común.
Dicen valorar la harmonía y la paciencia por encima de cualquier cosa. Sorona Eisara no era de noble cuna ganando su puesto en la nobleza aplicando su sensibilidad y su paciencia al denostado oficio de la tortura.
Arrancó confesiones de culpables e inocentes por igual y jamás acabó con la vida de nadie. Consideraba a sus víctimas mutiladas piezas de obras irrepetibles. Sorona tenía una mente enferma y su sangre arrastró muchas de sus dolencias a sus descendientes.
Cuando alguien acumula tantos secretos como Sorora y los suyos, puede volverse un peligro. Saccor Silverleave lo sabía e intentó enmendarlo acabando con la torturadora y los de su gremio. Sin saber cómo, se descubrió atado a una sala en el taller de Sorona junto a su esposa, hermano e hijos. La sinfonía de llantos y gritos acabó con una coda escrita. Saccor abandonaría Ridalia y cedería todos sus propiedades y títulos a Sorona, de ahora en adelante duquesa de Eisara, protectora del bosque epónimo en el que, en algún remoto momento de la Historia, morarían los elfos de los que decía descender.
Los herederos de la casa Eisara destacarían como mecenas de artistas y serían conocidos por organizar veladas de exquisita intelectualidad y legendaria gastronomía. Atrajeron y patrocinaron a poetas, filósofos, pensadores y, eventualmente, magos y hechiceros creativos.
Se especializaron en talleres de artesanía variada cuyas mercancías eran apreciadas en todo el continente y, debe decirse, los lacayos bajo su protección jamás supieron del hambre y la necesidad. Por supuesto, los Eisara no eran sensibles a las necesidades de campesinos y mineros; entendían que mantenerlos bien alimentados y no arrancar sus pobres pertenencias de sus ennegrecidas manos ajadas por la labor les evitarían quebraderos de cabeza y revueltas. En otras palabras, no necesitaban pagar con justicia a quienes trabajaran para ellos; solo convencerles de que el trato recibido era justo y deseable.
¿Y la enfermedad de la casa? No mitigó con los años. Las celdas bajo las mansiones de muchos de sus miembros esconden horrores inimaginables, abominaciones que atentan contra los dioses y la humanidad. Pero la inteligencia de Sorona no murió con ella: mendigos, desertores, criminales y enemigos de sus aliados eran su único objetivo. Y las propiedades de la familia eran más y más con cada mercader, hijodalgo o sacerdote que visitaba sus talleres.
La conjura contra los Goldentree no era de su interés, pero se unieron por afianzar lazos con las casas traidoras sin ver, ¿cómo podrían?, qué destino les deparaba.
En el éxodo, se afincaron sobre los valores que defendían en Ridalia aun extremando las diferencias. Solo aquellos que rendían pleitesía a la casa Eisara podrían tener propiedades en su ducado, aquellos extranjeros que durmieran en sus tierras pagarían una tasa diaria además del precio por dormir en hostales y albergues y pactaron con todas las demás casas que no habría un solo festejo en Los Seis Ducados que no contaran con juglares y poetas auspiciados por el Ducado de Eisara.
La traición de Nauj sirvió para implantar las Casas de Verdad, edificios con celdas y dependencias de tortura nutridas con inventos tan crueles que algunos no pueden ser concebidos como ciertos, por todos los territorios alrededor del Mar de los Seis Ducados. Las suspicacias y el recelo de unos nobles hacia otros han garantizados que los servicios de Jara Eisara y su marido Drosso (un plebeyo sádico de exquisitas maneras con el que se casó) no dejen de ser requeridos por los miembros del Consejo y sus colaboradores más directos.
El matrimonio gobierna con mano de hierro en guante de terciopelo y sus lacayos (que disfrutan de una carga impositiva más llevadera que el resto de los siervos de la liga ducal) solo hablarán bien de ellos. Especialmente aquellos que saben que quien no lo hizo despareció para no ser visto más.
Información General
Gobierno: Toda Ley que afecte exclusivamente al Ducado de Eisara emana de la casa epónima. Jara Eisara y su marido Drosso son los máximos dignatarios. Drosso es hijo de comerciantes que creció inmerso en el lujo y la despreocupación. El absoluto desprecio hacia los más desfavorecidos de la sociedad. EL amor de Jara por este plebeyo es absoluto, ciego y sincero, máxime cuando ella disfruta con el “arte” de su esposo asistiendo como público a sus sesiones de tortura y humillación. El día a día está regido por los ayuntamientos y los edictos. La legalidad es, aparentemente, garante y se protege la propiedad y la vida de todos los que posean al menos una vivienda. Aquellos sin propiedades no pueden ni defenderse en un juicio público. Las tasas e impuestos son relativamente moderadas para los Seis Ducados y el crimen se persigue con celo y determinación.
En un lugar en el que las apariencias lo son todo, los plebeyos pueden esperar un trato cortés, aunque frío por parte de las autoridades. Ningún privilegiado menospreciará a un propietario (conocido como «ciudadano” o “ciudadana”) en público y fingirá interés por sus necesidades y opiniones siempre que no se ponga en duda el poder ducal. Otra cosa es el problema de las desapariciones. Se rumorea que quien no duerme en su casa una noche no suele hacerlo ya nunca más.
Otros centros de poder: Muchos seguidores del Profeta están reclutando gente entre los más desfavorecidos y aquellos familiares de desaparecidos que se plantean vivir sin miedo como una alternativa plausible. Desgraciadamente, la depravación de Drosso ha hecho los secuestros más habituales y el descontento se va extendiendo por las ciudades donde la información siempre se mueve más deprisa.
Población: los asentamientos de Eisara suelen ser más grandes pues se prefiere concentrar a la población en burgos de entre cinco y siete mil habitantes. Principalmente hay humanos y un porcentaje de gnomos (apreciados por su artesanía y su pericia con los mecanismos) un poco mayor que en otros ducados. Las poblaciones eminentemente agrícolas suelen concentrarse en pequeñas aldeas no muy distantes unas de otras que trabajan campos y granjas que crecen como pétalos de flor desde esos epicentros poblacionales.
Producción: Eisara es un ducado casi autosuficiente y sus telas, relojes y autómatas son vendidos en todo el continente.
Guardia: Los testimonieros son una élite de soldados encargados de mantener, proteger y gestionar las Casas de la Verdad. Pueden verse en todo el territorio de los Seis Ducados pues casi todas las casas solicitan los servicios de estos expertos en extraer confesiones. Muchos de ellos son nigromantes sádicos y brujos al servicio de oscuros demonios que extraen su poder del dolor de sus víctimas. Adicionalmente, la Gendarmería ocupa a medio millar de individuos encargados de vigilar los asentamientos y perseguir a rateros y ladrones; igualmente aplican a rajatabla la ley de vagos y detienen a quien duerma en graneros o en las calles para evitar las tasas o debido a su pobreza.
La Hueste Sagrada y el Cuerpo de la Guardia de Caminos, Puentes y Puertos vigilan caminos y zonas sin asentamientos.