Antes de subir las descripciones de los diferentes dioses, no está de más explicar una cosa importante. Los dioses a veces son más parecidos a unos niños que a los seres poderosos que todos piensan que son. Ellos también tienen limitaciones, no son todopoderosos ni omnipresentes. Esto es algo que los DM deben tener muy claro a la hora de utilizar a las deidades en sus partidas.
La prohibición
Aras es la madre de todos los dioses, pero permanece siempre en un segundo plano. No quiere, ni alienta que se le rinda pleitesia por parte de los mortales ya tiene bastante con tener controlados a sus hijos e hijas, cómo para preocuparse de más cosas.
Los dioses han tenido sus más y sus menos, todas estas discusiones y peleas han terminado en guerras que han arrastrado a los mortales hasta casi su aniquilación varias veces. Por ello, Aras prohibió a todos los dioses tomar forma corporea y descender a Zhirsanaq. Así los dioses no volverían a pisar el mundo terrenal ni extender sus rencillas entre los mortales.
Con esto se quería evitar que actuaciones cómo las de Ashimet, que engendró a Sinae engañando a un elfo, o las peleas de Ghodeir y Ghoraor destruyeran el mundo.
Sin embargo, si les permitió tomar el cuerpo de un mortal para visitarlo. Al hacerlo, sus poderes estarían muy limitados y dependerían de los conocimientos del cuerpo que tomaran para sobrevivir. Estos cuerpos fueron llamados Avatares.
Algunos dioses hablaron con su anfitrión, solicitando el permiso para contenerlos en su interior, otros sencillamente los tomaban por que podían y otros llegaron a pactos con familias para que uno de sus descendientes en cada geneación fueran portadores de la esencia del dios cuando fuera necesario.
Aunque la mayoría de los dioses ahora son reacios a pisar Zhirsanaq, de vez en cuando lo hacen, ya sea para pasar un rato entre los mortales y compartir un poco de tiempo, otros sin embargo, lo hacen para mantener sus interes vivos y en movimiento.
Por este motivo, es muy posible que los aventureros se hayan topado con algún dios durante sus viajes, pero nunca lo sabrán. Quizá hayan recibido unas indicaciones, o simplemente un saludo, lo suficiente para haber cambiado su rumbo y salvarlos de una muerte cierta, o quizá todo lo contrario, enviándolos a una muerte atroz.